Síntomas de cirrosis hepática

Los síntomas típicos de la cirrosis del hígado.

Los síntomas de la cirrosis hepática son tan variados como las funciones del hígado.

En general, se puede decir que dos funciones principales del hígado se ven afectadas por la cirrosis del hígado. Por un lado la capacidad de síntesis hepática y por otro las funciones de metabolismo y desintoxicación. El llamado síntoma principal de las enfermedades hepáticas graves, especialmente la cirrosis hepática, es la ictericia (ictericia).

La ictericia ocurre cuando hay una acumulación de bilis en los conductos biliares estrechos y esta se deposita en la piel a través de los vasos sanguíneos.
Como resultado, la piel y especialmente los ojos se vuelven amarillos. Este atasco también puede ser causado por cálculos biliares.
Como se mencionó anteriormente, la síntesis hepática está claramente restringida por la cirrosis hepática. Esto significa que, en particular, la proteína sanguínea albúmina y los factores de coagulación ya no se forman suficientemente. En consecuencia, debido a la albúmina reducida, la proporción de líquido en los vasos disminuye y, en cambio, se escapa al tejido subcutáneo. Se produce el fenómeno clásico de ascitis (líquido abdominal).

Además, existen trastornos de la coagulación, lo que aumenta enormemente la tendencia al sangrado. El número de plaquetas sanguíneas también desciende significativamente y aumenta la tendencia a sangrar. Al principio, la cirrosis hepática puede manifestarse a través de síntomas como cansancio, pérdida de apetito, bajo rendimiento e impotencia.
Otros síntomas son calvicie, lengua lacada, un fuerte enrojecimiento de las palmas (Eritema palmar), la Caput Medusae (Varices de la pared abdominal) y encefalopatía hepática. La encefalopatía hepática es principalmente la causa de una función de desintoxicación defectuosa.
El hígado no puede eliminar las toxinas que surgen. Estos pueden luego ingresar al cerebro y causar un daño considerable aquí. Debido a la función de desintoxicación reducida, los medicamentos también se descomponen más lentamente y, por lo tanto, tienen un efecto más prolongado. Este punto debe tenerse en cuenta en el tratamiento farmacológico.

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Diagnóstico de cirrosis hepática.

El diagnóstico de cirrosis hepática se realiza primero sobre la base de la historia clínica y el examen clínico del paciente. Aquí, el médico notaría ciertos síntomas que apuntarían a la cirrosis como un diagnóstico sospechoso.
Luego, se inician exámenes de laboratorio médico y de imágenes para confirmar el diagnóstico sospechoso. La ecografía es uno de los procedimientos de imagen más importantes, más baratos y, sobre todo, más rápidos. Aquí, no solo se puede evaluar el tamaño del hígado, sino también la calidad del tejido y los vasos hepáticos. Además, también se puede evaluar la afectación de otros órganos abdominales, como el bazo. En la cirrosis hepática grave, el bazo suele estar agrandado. Una tomografía computarizada (TC) también puede asegurar el diagnóstico con alta precisión.

En la medicina de laboratorio, la extensión de la cirrosis hepática se puede mostrar claramente utilizando las enzimas hepáticas específicas. Estos aumentan considerablemente con los cambios necróticos en el hígado. Las enzimas más importantes del hígado incluyen ALT (GOT), AST (GPT) y gamma GT.
Dependiendo del patrón de elevación, es posible diferenciar qué tipo de enfermedad hepática es. El método de examen más directo es la biopsia hepática guiada por ecografía. Aquí, el médico puede evaluar directamente bajo el microscopio hasta qué punto ha cambiado el tejido hepático o cuánto ha progresado la cirrosis hepática. Es aún más importante evaluar si los precursores del cáncer de hígado se han desarrollado a partir de la cirrosis.